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diumenge, 15 de juliol del 2012

“La insatisfacción es el motor que nos impulsa a buscar oportunidades, a resolver problemas y a aspirar a más... Frases para cambiar vidas.

...pero traspasa el límite de lo sano cuando nos desequilibra emocionalmente y nos hace sufrir, cuando nos impide disfrutar de lo que hacemos y, sobre todo, cuando no nos deja avanzar y alcanzar nuestras metas.
Autor: Julio Bevione
Hoy corresponde hablar de esa especie de pandemia de insatisfacción que azota nuestras almas y que amenaza permanentemente nuestra felicidad. Ese sentir que no somos felices, no ya cuando no se poseen las mínimas condiciones para ello (legítimo), sino cuando incluso disponemos de todo lo que nos podría llevar a pensar que nuestra vida es razonablemente estupenda.
Los tibetanos utilizan el término Duhkha para definir el sufrimiento o insatisfacción vital, según ellos la autentica condición humana. El concepto Duhkha es muy amplio en matices, pero se podría resumir en que estar vivo conlleva, por sí, la experimentación de momentos agradables y desagradables y que la aceptación de este hecho nos puede ayudar a tener más paz, a pesar de todos los momentos de insatisfacción.
Pero diferenciemos. Existen insatisfechos permanentes que protestan y se quejan por todo, gente para la que nada resulta suficiente. Personas que no saben disfrutar de sus éxitos laborales, porque creen que no es para tanto el mérito o porque creen merecer más, y que tampoco están dichosos con sus relaciones personales, porque son incapaces de apreciar los buenos gestos del otro y sus virtudes.
Cuando alguien vive en un estado de permanente queja y de protesta constante, no tiene ningún tipo  de satisfacción vital y es entendible que sus días se conviertan en una tenaz lucha por sentirse un poco mejor.
Y esto, lejos de ser un comportamiento individual y aislado, parece que tiene tendencia a extenderse al resto de la sociedad, en cuyo seno es cada vez más frecuente observar altos índices de irritación. La gente, es un hecho, está cada vez más airada debido a una situación, sobre todo económica, que se ha tornado insostenible. Crisis económica sí, pero también crisis política, crisis moral y social.
Pero una cosa es la justa indignación producto de atravesar una situación personal casi imposible y otra muy distinta el infantilismo enfurruñado, incapaz de manejar la frustración y sentirse mal o muy mal, porque no se ha conseguido el último modelo de móvil o porque el coche de delante es incapaz de arrancar con nuestra presteza, cuando el semáforo torna a verde. Esto último es absurdo y necesita ser revisado.

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