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dimecres, 5 de setembre del 2012

LA FUERZA DE LA VULNERABILIDAD. Xavier Guix. El País.



Lo que nos hace frágiles también nos hace fuertes. Somos humanos, no héroes ni androides. Basta con reconocerlo para sentir fortaleza interior, capacidad para solidarizarnos con los demás y energía para recomponemos y seguir adelante.
Es un gusto celebrar alegrías, pero lo que nos enlaza plenamente con el otro es compartir el dolor.
El escritor checo Milan Kun­dera planteó sus dudas exis­tenciales a través de una fa­mosa novela que después se convirtió en una exitosa película: La insoportable levedad del ser. A través de diferentes historias, nos ofreció la posibilidad de reflexionar sobre dos polaridades muy humanas: la levedad y el peso de vivir.
Es un hecho que los escenarios de la fragilidad aparecen a menudo en nuestras vidas, más aún en momentos como los actuales en los que vemos derrumbarse muchas de las construcciones en las que basábamos nuestra existencia. Es fácil vivir hoy con grandes dosis de desorientación, miedo, incer­tidumbre, dudas... Todo es lo mismo: Vulnerabilidad.      .
Metidos en ella, experimentamos la mayor de nuestras inseguridades, la sensación más inequívoca de no ser nada ni nadie. Desamparados, todo se hace enorme y nosotros pequeños. Vi­vimos en una incómoda desnudez, una sensación de que la eternidad será así de insoportable. Sin embargo, ese do­lor del alma esconde también nuestras mayores fortalezas.

LA VERDAD QUE NOS UNE
"El error es una condición tan importante para el progreso de la vida como la verdad" Carl G.Jung
A pesar de lo diversos y singulares que somos los humanos, existen algunas ex­periencias que nos unen. Hay dos muy claras: la alegría y el dolor. Tanto la una como la otra tienden a acercamos al otro, sea para celebrar o sea para acoger. No obstante, aunque gusta mucho compar­tir la efímera alegría, lo que nos enlaza plenamente con el otro es su vulnerabi­lidad. De ahí nacen nuestros mayores y más profundos sentimientos: la compa­sión, la ternura, el amor, el altruismo. Si algo nos iguala es que todos queremos evitar el dolor y el sufrimiento para sen­timos así felices o, al menos, en paz.
Cuenta el psiquiatra Rogeli Armen­gol que "el dolor, en sus diversas formas, dificulta o imposibilita la felicidad". Las turbaciones nos adentran en el desaso­siego para recordarnos nuestra fragili­dad, que no es lo mismo que debilidad. Ahí nos reconocemos en nuestra condi­ción de seres sensibles para lo bueno y para lo malo. Y ahí también descubri­mos esa verdad radical de la existencia que es el dolor de vivir.
Ante él y por él, nace la necesidad de unirnos, de procurar con los que más queremos que tanto la levedad como el peso de vivir sean llevaderos. Por su­puesto, no se trata de entronizar el sufri­miento, sino de subrayar la capacidad de conexión que tienen los estados de vulnerabilidad.

EL PASO DE LA ACEPTACIÓN
"En lo más profundo de la noche empieza el amanecer". Swami Tilak
La vulnerabilidad tiene mil caras aun­que un mismo destino: aceptarla o es­conderla. Ese estado de desconcierto arrebata toda seguridad, descoloca para poder hacer frente al cambio, nos indi­ca que hay que dejar ciertas creencias o certezas para descubrir que nada es, sino que todo se mueve. Solo nuestras mentes producen la ilusión de la inmor­talidad, el deseo de eternizar lo que nos gusta y lo que amamos.
Sin embargo, los hechos se empeci­nan en desmontarnos toda construcción que pretenda permanecer inalterable. Se derrumban nuestras creencias y suceden cosas que no entraban en nues­tros planes. De repente, una situación, nimia o trágica, desvela nuestra vulne­rabilidad. ¿Qué hacer entonces? No nos gusta sentirnos vulnerables, menos aún ser percibidos como tales. Tememos la mirada ajena, como si estuviéramos a merced de un tribunal que evalúa nues­tra actitud existencial.
Muchas personas optan por escon­derse o, por el contrario, sostener una posición sospechosamente orgullosa. Mal asunto el desconec­tarse de sí mismas. En cambio, aceptar nuestra vulnerabilidad es la me­jor manera de adaptar­nos a la realidad que vivimos. Es la me­jor manera de aprender y es, sin duda, el único camino para fortalecernos. Como le gusta contar a mi colega Antonio Bo­linches, "en la escuela de la vida, la gran maestra es la herida".

LO CONTRARIO NO ES LA FORTALEZA
"Arriesgarse es perder el equilibrio momentáneamente. No arriesgarse es perderse a uno mismo" (Sóren Kicrkegaard)
Del mismo modo que lo contrario del miedo no es la valentía, sino la temeri­dad, lo contrario de la vulnerabilidad no es la fortaleza, sino la insensibilidad. La fortaleza es la virtud que equilibra esos dos extremos, el exceso y el defecto, tal y como atinó Aristóteles. ¿Qué fortaleza puede emerger de la vulnerabilidad?
Cuando nos alcanza la vulnerabili­dad, lo primero es permitirle la estancia, sin prisas ni condenas, ni represiones. Hay que escuchar lo que nos dice sobre nosotros, lo que trae de nuestro pasado y lo que nos propone de ahora en adelante. Hay que per­mitirse abandonar viejas fortalezas para abrazar nuevas incertidumbres que algún día serán, a su vez, fuerzas renovadoras.
Si la vulnerabilidad nos ha puesto en duda, el paso siguien­te es desdudarnos a partir de asumir el riesgo del salto al vacío. No importa tanto el resultado de la elección como el propio acto de definir. Si solo vemos el resultado, si solo actuamos bajo el control más estricto, nos hacemos más proclives a la vulnerabilidad. En cambio, asumir ciertos grados de incertidumbre permite ejercerla entrega incondicional a la confianza propia.

UN PODER RENOVADO
"Son tus decisiones y no el azar lo que determina tu destino". (Jean Nidetch)
La vulnerabilidad nos permite ejercer un poder sin igual que es el poder de la elec­ción. Sentirse vulnerables tanto puede hundirnos como revelarnos nuestra na­turaleza transformadora.
  • Porque somos frágiles, elegimos ser grandes.
  • Porque la vida nos pesa, elegimos que tenga senti­do.
  • Porque tiene tanto de levedad, deci­dimos convertimos en una bella, bonda­dosa y verdadera creación.

No hay que huir de la vulnerabilidad, sino abrazarla. Hay que amarla como parte de nosotros mismos y permitirle que nos exponga a nuevos estadios de crecimiento. Abrazar la vulnerabili­dad es sostenernos a nosotros mismos, amarnos desde el lado por el que sole­mos oscurecer. Es sentirnos vivos, sen­sibles y amantes.
No hay nada más vulnerable que un recién nacido. No obstante, cuánto po­tencial de vida esconde, cuánta fuerza se halla en su llanto y cuánto amor ge­nera a su alrededor. Al fin y al cabo, solo el amor es perenne, solo él nos cura las heridas. Lejos de su grandeza es cuando más nos sentimos vulnerables.

PUNTOS FUERTES Y DEBILES
1. LIBROS
-'La insoportable levedad del ser; de Milan Kundera (Tusquets, 2007).
-'Felicidad y dolor: una mirada ética; de Rogeli Armengol (Ariel, 2010).
-'Tú y yo somos seis; de Antonio Bolinches (Grijalbo, 2012).
-'La inutilidad del sufrimiento'; de María Jesús Álava (La Esfera de los Libros, 2010).


2. PELÍCULA
- 'Sentido y sensibilidad; de Ang Lee (1995). 


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