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dissabte, 3 de novembre del 2012

"Nunca antes en la historia tuvo la gente tanto poder". Ben Rattray, La Contra de La Vanguardia.


Ben Rattray, activista digital, uno de los 100 hombres más influyentes del mundo

Tengo 32 años. Nací en Santa Bárbara y vivo en San Francisco. Soy emprendedor digital, formado en la London School of Economics. Estoy soltero, sin hijos. ¿Política? Dar poder a la gente. Soy de formación católica. He fundado change.org, plataforma de activismo digital

Influencia
La revista Time del mayo pasado señaló a Ben Rattray como una de las cien personas más influyentes del mundo. Tiene sentido: ha construido una plataforma digital que permite a cualquier persona, desde cualquier parte del planeta, alzar la voz contra una injusticia y sumar apoyos para combatirla. ¡Ninguna generación en toda la historia tuvo antes tamaña capacidad de cambiar cosas! Así lo demuestran algunos casos planteados desde change.org. La conciencia se globaliza y el activismo también. ¿Hay intersección con la política? "La gente mejorará su entorno más inmediato: problemas a gran escala se solventarán a pequeña escala con apoyos globales", argumenta Rattray.

Cuál era su vocación?
Ser banquero. Banca de inversión.

¿Por qué?
Medía el éxito por la cantidad de dinero que acumulas. ¡Hay varios banqueros en mi familia!

¿Sigue creyéndolo?
No. Es más gratificante ayudar a las personas a defender sus derechos y su dignidad.

¿Y cómo ayuda?
He fundado una plataforma digital de activismo democrático, change.org.

¿Para qué tipo de activismo?
Eres débil si estás solo: si te juntas con otros, ¡eres fuerte! Mediante la plataforma, puedes adherirte a una causa. Y cualquiera puede pedir apoyos para combatir alguna injusticia, modificar alguna ley...

Las modifican los parlamentos...
Pero los políticos reaccionan ante estados de opinión y peticiones populares. ¡Una suma de firmas elimina muchos obstáculos!

¿Cómo se convirtió al activismo?
Estudiaba en la Universidad de Stanford y mi hermano menor me confió que padecía rechazos y maltratos tras confesar su homosexualidad. ¡Me sublevé ante la homofobia!

Normal.
Yo hasta ese momento sólo pensaba en mis objetivos personales... ¡Ahí cambié! Sentí la imperiosa necesidad de apoyarle y combatir una situación intolerable. ¡Y ya no paré!

¿A quién apoyó después?
Fundé la plataforma Change.org con mi amigo Mark Dimas, pues entendí que la unión hace la fuerza para ayudar a cambiar cosas.

Póngame un ejemplo...
Por el método de gestación subrogada, una pareja de homosexuales españoles tuvieron una hija en Estados Unidos. Antes de traérsela, fueron a inscribirla en el Registro Consular... ¡y se lo denegaron!

¿Por qué?
Más homofobia. ¡Las parejas heterosexuales no tenían impedimento alguno! Esa pareja, en pocos días, reunió 600 firmas.

No es mucho.
Pero bastó para que el ministro de Justicia español diese orden de que se admitiese el registro.

Cuénteme otro éxito.
¿Sabe lo que puede pasarles a muchas mujeres lesbianas en Sudáfrica?

No.
Allí está extendida una espantosa práctica llamada violación correctiva...

¿En serio?
Y suele terminar en asesinato. Ndumie Funda, un mujer lesbiana sudafricana, pidió en marzo del 2011 al Gobierno que combatiera frontalmente esa lacra.

¿Usó esa mujer su plataforma?
Sí, y así 171.000 personas de 175 países se unieron a la petición, y así la prensa internacional recogió el caso. Por eso el Parlamento sudafricano ha ordenado una comisión de investigación sobre las violaciones correctivas ¡por primera vez en la historia!

¿A cuántas peticiones han dado curso?
Hemos cursado ya unas 100.000 peticiones. Recibimos unas 15.000 peticiones al mes.

¿Cuánta gente presta su firma?
Dos millones de personas nuevas firman cada mes para respaldar alguna petición.

¿Cuál es el procedimiento?
Ingresas en la plataforma, planteas tu petición, señalas a quien crees que tiene competencias para solventarla, y argumentas por qué merece la pena respaldarla.

¿Y cómo hago para respaldarla?
Entras y aportas tu firma.

¿Y qué ganan usted y su plataforma?
Este activismo informático se financia mediante patrocinadores locales. Nuestra estructura es exigua: sólo 150 empleados en todo el mundo.

Cuénteme otra petición.
Me gusta la de Molly Katchpole contra el Bank of America, durante el pasado otoño.

¿Qué pasó?
Molly tiene 22 años y dos trabajos como niñera. Le pareció injusto que el Bank of America impusiera una comisión de cinco dólares mensuales a sus tarjetas de débito.

Y con razón.
Unas 300.000 personas pensaron como usted: apoyaron la petición de Molly al Bank of America de que retirase esa comisión.

¿Y el banco la ha retirado?
¡Sí, al mes siguiente! Y ha servido de ejemplo para que se cursen otras peticiones contra otros bancos con comisiones similares.

¡Bravo!
Me gusta también la petición de mujeres de Arabia Saudí para que las dejen conducir. El caso ha provocado la primera crítica pública de la Administración estadounidense contra el Gobierno de Arabia Saudí.

A usted ¿qué tipo de peticiones le motivan más?
Las que quieren reforzar una educación de calidad, como la de una madre madrileña contra los precios de los libros de texto.

¿Ha recibido coacciones o amenazas?
El Gobierno de China boicoteó allí la plataforma. Pero nos las hemos ingeniado para blindar nuestro sistema informático...

La revista Time le sitúa entre las 100 personas más influyentes del mundo...
¡Mi madre ha sido feliz, ja, ja!

¿Y usted?
Reconoce el poder de la gente contra la injusticia: nunca tuvimos antes tanto poder.

¿Cuál es su sueño?
¡Que la sociedad civil sea consciente de su poder! Cien millones de usuarios sería una palanca invencible.


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