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dissabte, 29 de desembre del 2012

NADA NACE, NADA MUERE. Gaspar Hernàndez.


«El nacimiento y la muerte tienen lugar en nuestro cuerpo de manera constante», dice el maestro budista Tich Nhat Hanh
No somos los mismos durante dos momentos consecutivos, como ocurre con el rio o la nube.
Cuando era pequeño y es­cuchaba a los curas pero­rar sobre la resurrección, me entraba sueño. Era como oír una narración de ciencia ficción, pero aburrida, porque a mí me parecía (y seguramente me equivocaba) que los curas leían los pasajes de La Biblia de carrerilla, sin concentrarse en lo que leían, como si tuviesen prisa por terminar. En aquel entonces tenían el público asegurado, aunque actuasen sin ganas. Había excepciones, por suer­te. Y las hay. Pero a pesar de todo ello, «la resurrección de la carne» aún me cuesta de digerir.
Supongo que debo formar parte de la mayoría creciente que -según estudios sociológicos- en Europa se siente más espiritual, pero me­nos religiosa. Las iglesias cada vez están más vacías y, en cambio, es mucha la gente que acude a ver a referentes espirituales, como Thich Nhat Hanh. No solo porque él no lee de carrerilla ni te hace sentir culpa­ble por tus pecados, sino porque entiendes lo que dice.
Thich Nhat Hanh es uno de los líderes espirituales más importan­tes de nuestro tiempo. Maestro vietnamita y uno de los impulsores del budismo zen en Occidente, ac­tualmente vive en PIum Village, una comunidad de meditación en el sur de Francia, a la que acuden miles de  personas para aprender sus senci­llas técnicas, entre ellas, la atención plena: la meditación que se practica caminando o lavando los platos.

COMPARACIONES
La muerte no existe, según Tich Nhat Hanh, porque tampoco exis­te el nacimiento. Cita a Lavoisier, un científico francés que declaró: «Nada nace, nada muere» (el con­cepto de vacuidad budista). Y para hacerlo comprensible, nos compara, a las personas, con nubes. Antes de nacer, la nube era agua en la super­ficie del océano. O estaba en el río y luego se convirtió en vapor. Tarde o temprano, la nube se transformará en lluvia. Y no diremos que la nube «ha muerto», igual que no decimos que la leche «ha muerto» cuando se convierte en yogurt.
«Si tememos a la muerte -afir­ma Tich Nhat Hanh, en La muerte es una ilusión (Oniro)- es porque no hemos comprendido que las co­sas no mueren». Otro ejemplo: el de una foto. Nos vemos en una foto de cuando teníamos 16 años. Ya no somos aquél: «Yo soy una conti­nuación suya, al igual que la lluvia es una continuación de la nube».
La impermanencia, según el maestro budista, significa que algo siempre está cambiando. Creemos que nuestro cuerpo es permanente, pero en realidad tiene poco que ver con el de cuando teníamos 16 años; todo es distinto, no es el mismo cuerpo, ni las mismas células. «En realidad -sostiene-, el nacimiento y la muerte están teniendo lugar en nuestro cuerpo constantemente. A cada momento, una multitud de células están muriendo y naciendo. Después de una inhalación y de una exhalación, ya nos hemos converti­do en una persona distinta».
Desde que el lector ha empeza­do a leer este artículo hasta ahora, muchas de sus células han muerto y muchas otras han nacido. Si algo conocemos desde que nacemos es la muerte; lo que Tich Nhat Hanh llama «la manifestación y la cesa­ción de la manifestación», que está teniendo lugar constantemente. No somos los mismos durante dos momentos consecutivos, como ocurre con el río o la nube.
Ahora que casi he terminado el artículo, y que me he despedido de tantas células, me doy cuenta de que no entiendo todo lo que dice Tich Nhat Hanh. O sea, rectifico. No lo entiendo, pero sin embargo es bonito. Quizá tanto como el concepto de resurrección.



2 comentaris:

  1. Gracias por tu articulo. Me gusta. Quería leer
    algo del libro "La muerte es una ilusión" antes de comprarlo.

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  2. Todo lo que aprendemos,nos sirve para luego ir adaptándolo a nuestros cambios .En lo físico y en lo espiritual .Todo vale .siempre que lo hagamos con el afán de superarnos y sin perjudicar a nadie . Ya que lo que es es.Le demos mil versiones

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