Palabras, imágenes, canciones, emociones que nos acompañan en nuestro camino.


dijous, 18 d’abril del 2013

RESISTIR LA ADVERSIDAD. LA RESILIENCIA. Isabel Larráburu. Magazine de La Vanguardia.

El mundo ya no es lo que era. Nada más lejos de nuestra intención que abonar consideraciones nostálgicas. Sin embargo, hemos de admitir que la fugacidad de las etapas vitales y la precipitación de los cambios son fenómenos exclusivos de la época actual. Nunca antes los humanos habían experimentado tal variedad de escenarios en una misma vida: no hay empleos para toda la vida y pocas parejas persisten como tal hasta que la muerte las separa. Se da el doble fenómeno de que, por una parte somos cada vez más longevos y, por otra, no paramos de hacer “zapping” con los canales disponibles a lo largo de nuestra existencia.

La posibilidad de elegir diversas opciones y su disponibilidad adquisitiva nos ha hecho personas de baja tolerancia a la frustración. ¿Para qué frustrarse si podemos cambiar de opción (léase, trabajo, casa, pareja, lavadora, televisión, móvil y demás)?

No obstante, lo que podría parecer una ventaja, nos ha convertido en niños hedonistas e inconformistas, con poca resistencia a las situaciones adversas. Siempre nos queda cambiar de escenario si las cartas vienen mal dadas y volver a tirarlas. Caemos en la ilusión de minimizar los estragos y negar el impacto de los cambios en nosotros, pero, aún así, seguimos careciendo de la capacidad de adaptación adecuada para digerirlos sin perder la salud mental. La Organización Mundial de la Salud prevé un incremento importante de la depresión en Europa para los próximos años. El consumo de cannabis y cocaína en España empieza a ser sobresaliente.

Pensemos, por ejemplo, ¿cuántas convivencias de pareja podemos acumular a lo largo de nuestra vida?. ¿Cuántas separaciones?. ¿Cuántas familias podemos formar y cuántos cambios de trabajo podemos digerir sin caer en la ansiedad, la depresión o el abuso de sustancias?. La respuesta está en la capacidad individual de recuperación al estado previo o “resilience”. El término inglés “resilience” (elasticidad), no tiene una traducción satisfactoria en castellano, por esa razón utilizaremos el neologismo resiliencia. La idea proviene de la metalurgia y define un tipo de homeostasis que permite que los sistemas recuperen sus condiciones iniciales después de haber recibido un impacto. En física significa la resistencia de los materiales a la presión y la recuperación de su estructura.
Aplicado a la psicología del estrés, el término significa rebote, regeneración. La definición más precisa sería exactamente la capacidad de una persona de superarse, madurar y adquirir mayor competencia frente a circunstancias adversas, empleando sus recursos biológicos, psicológicos y ambientales.

Las personas que poseen esta habilidad tienen una opinión sobre sí mismas que influye en sus conductas y en las destrezas que desarrollan. A su vez, estas conductas y destrezas influyen a la inversa sobre esa valoración de sí mismas, logrando que se produzca un proceso dinámico continuo de realimentación. En resumen, valoran sus propios recursos, actúan de modo competente y esto refuerza su buena opinión de sí mismas. 

LO QUE NO MATA ENGORDA.
Que todos somos distintos al afrontar la adversidad es algo evidente. Ya sabemos que hay arbolitos rígidos y arbolitos flexibles como el sauce. Frente al vendaval, los primeros se suelen quebrar mientras que los sauces se inclinan en la dirección del viento y sobreviven. Si nos observamos los humanos, veremos que al llegar a la madurez, algunos nos hemos hecho más sabios y otros más amargados. Hay que admitirlo.

La parte interesante de esta teoría, es que nadie está destinado a sucumbir a sus traumas infantiles ni a los eventos vitales que experimente. Estudios basados en niños con diversos factores de riesgo demuestran que un porcentaje elevado sale adelante y supera los riesgos a los que estaban expuestos. El etólogo y psiquiatra francés, Boris Cyrulnik, en sus libros “Los patitos feos: la resiliencia. Una infancia infeliz no determina la vida.” Y “El murmullo de los fantasmas: volver a la vida después de un trauma”, publicados por Editorial Gedisa en España, afirma que los niños resilientes tienen mayor coeficiente intelectual y una notable habilidad para resolver problemas; afrontan la realidad con recursos variados y saben manejar las relaciones interpersonales. Su voluntad y capacidad de planificación es muy buena y tienen sentido del humor. Disfrutan en general de mayor autoestima e independencia y menos tendencia a la desesperanza que el resto de los niños. 

COMBATIR EL ESTRÉS CON LA RESILIENCIA.
Lograr una estructura mental resiliente no significa estar libre de estrés y conflictos, sino ser más hábil para resolver los problemas a medida que aparecen. La ventaja de esta actitud es que se va optimizando a sí misma, no es una habilidad que nace con la persona como un don especial. Todas las personas pueden llegar a desarrollar esta capacidad. Como ésta se compone de conductas, pensamientos y acciones que pueden aprenderse, cualquiera que se lo proponga puede incrementarla.

Varios estudios contemplan la promoción de la resiliencia como tratamiento preventivo de los trastornos emocionales como la depresión y la ansiedad. Aunque todos seguramente hemos utilizado en ocasiones alguno de estos procedimientos para enfrentarnos al estrés, se han destacado algunas estrategias características de las personas resilientes. Se recomienda el desarrollo de estas competencias y recursos como factores de protección.
  • Asegurarse un sistema de apoyo social. Saber pedir ayuda. No hay que avergonzarse ni sentirse humillado por tener que pedir ayuda cuando se necesita. Buscar a alguien de la familia o a algún amigo íntimo. Contactar algún terapeuta o agruparse con personas. Todos necesitamos apoyo de vez en cuando .
  • Sentirse competente. Confiar en los propios recursos.
  • Capacidad de planificar y establecer objetivos. Atreverse a tomar decisiones. Mostrar una  actitud activa ante el estrés.
  • Seguir el propio consejo. Es sabido que es más fácil ayudar a los demás que a nosotros mismos. Hablar con uno mismo como si fuéramos otra persona que nos está ayudando. ¿Qué podríamos sugerirle si tuviera el mismo problema?
  • Evitar pensar que las crisis son catástrofes. Evaluar correctamente la magnitud del problema y los propios recursos. Acotar bien el escenario y elaborar posibles soluciones. Cerciorarse de que interpretamos bien la definición del problema.
  • Manejar bien los errores. La mejor manera es percibir los errores como experiencias para aprender y superarse. No esconderlos bajo la alfombra. Tampoco culpar a los demás por sistema. Atribuir correctamente la responsabilidad del error a quién pertenezca en realidad. A veces proviene de circunstancias incontrolables o de una comunicación ineficaz. A veces habrá que decir “lo siento” y aprender la lección.
  • Aceptar que el cambio es parte de la existencia. Todo cambia segundo a segundo. Es fundamental ser flexible y adaptable a los cambios. Es mucho más costoso y estresante resistirse al cambio. Valorar que el cambio puede traer algo positivo consigo.
  • Transformar la crisis en oportunidad. Es el momento de darse cuenta de los recursos de los que se dispone para resolver problemas, para usar la intuición y para superarse.
  • Decidir ser más resistente al estrés. Si bien no se puede “decidir lo que se siente” sí se pueden controlar las reacciones. Responsabilizarse de las propias acciones.
  • Mantenerse flexible y equilibrado. Discernir cuando hay que experimentar emociones fuertes y dejarlas fluir y cuando hay que controlarlas para poder seguir funcionando.
  • Dar pasos adelante y seguir activo para cumplir con las demandas de la vida diaria y también saber detenerse para descansar y regenerarse.
  • Compartir el tiempo con seres queridos y amigos para nutrirse de apoyo afectivo.
  • Confiar tanto en los demás como en uno mismo.
ACTITUDES Y ESTRUCTURA MENTAL EN LA RESILIENCIA.
Sentirse confiado y en control de la propia vida.
Saber fortalecer la resistencia al estrés.
Ser empático.
Gestionar bien las emociones e impulsos fuertes.
Desarrollar una comunicación eficaz y otras capacidades interpersonales.
Tener habilidades en solución de problemas y toma de decisión.
Establecer objetivos y expectativas realistas.
Aprender de los éxitos y de los fracasos.
Ser compasivo y colaborador en la sociedad.
Vivir una vida responsable basada en una ética.
Sentirse especial, pero no centrado en sí mismo, y ayudar a los otros a sentirse igual.
Ser más optimista que pesimista.
Ser flexible y adaptable al cambio y a los obstáculos.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada