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diumenge, 23 de juny del 2013

"Todo lo que ocurre, desde lo más grande a lo más pequeño, ocurre necesariamente". Fe¡rases para cambiar vidas.

 Autor: Arthur Schopenhauer

¿Hay algún día concreto de tu vida que identifiques como aquél en el que cambio tu destino para siempre?
Cuando llegan, somos incapaces de determinar con precisión la trascendencia de los momentos cruciales de nuestras vidas. Generalmente, se asoman silentes e inesperados, y solo la distancia de los años te hace concederles la capital importancia que llegan a adquirir en nuestras vidas.
No confío demasiado en las revelaciones que instantáneamente te hacen reconocer esa tarea a la que te dedicarás de por vida o a la persona que te acompañará para siempre; más bien confío en la lenta maduración de los momentos en los cuales todo cristaliza.
Partiendo de una fecha clave, creo que todos podríamos rastrear hasta el día en el que cambió nuestra vida para siempre. Aquél en el que nuestras vidas se transformaron a partir de un acontecimiento concreto y cuyas repercusiones no alcanzamos a comprender en ese instante. Un cambio drástico que nos perfiló hacia lo que estábamos destinados a ser... y a vivir.
Hay ejemplos textuales de decenas personas comunes que identificaron con nitidez, ese es el objeto del portal, el día en el que cambió su vida para siempre. Aquí os traslado algunos de los testimonios que se recogen...
John Bird: Nací en una zona muy pobre de Notting Hill. Me convertí en un niño con problemas y comencé a robar, hasta que terminé a los 15 años en el reformatorio. Fue ahí donde mi vida cambió. Un funcionario se acercó y me preguntó si quería un libro. Al no responderle, supuso que no podía leer. En realidad, sí podía, pero solo un poco. Luego sugirió que subrayara las palabras que no entendiese, que él me las explicaría. Debido a que su tono de voz era amable, no condescendiente, me llevé el libro. Y le pedí más.
Desde entonces he leído mucho y he desarrollado gusto por la poesía, el arte, la historia... Y todo porque ese hombre me dio el apoyo que necesitaba en aquél momento, a pesar de que no era parte de su trabajo, y me abrió la mente a nuevos horizontes. A partir de ese día me di cuenta de que había más vida que la pobreza. También me di cuenta de que podía mejorar a otros, como el funcionario de prisiones había hecho conmigo.

Joan Bakewell: Yo venía de una modesta casa en un norte de Inglaterra, lo que significaba industria pesada y cielos contaminados. Al llegar a Cambridge, en 1951, fue como entrar en la tierra prometida. El descubrimiento de la belleza a mi alrededor cambió mi opinión sobre el mundo.
Sin embargo, ese primer día sabía que había algo aún más especial. Yo fui el primero de mi familia en ir a la universidad. No sabía muy bien qué esperar. Lo que encontré me transformó. Di con una comunidad de personas deseosas de aprovechar al máximo lo que se les había dado. Estábamos ansiosos de aprender, abiertos a nuevas experiencias, compartiendo, todos, un orgullo legítimo por la cultura que estábamos recibiendo.

Lorraine Kelly: El 8 de junio 1994 mi hija Rosie nació, tras 16 horas de parto, con una mata de pelo negro y grandes ojos sorprendidos. No lloró, solo miró a su alrededor con mucha calma, sin apartar sus ojos de mi. Mi mundo cambió por completo. Yo no sabía el significado del amor incondicional... y creo que a los 34 años, finalmente, lo descubrí. Ser madre me hizo desde aquél día menos egoísta y mejor persona.

Anton Mosimann: Salí de Zúrich en un vuelo de Swiss Air con destino a Tokio. Era el 1 de febrero de 1970. Ese era mi primer viaje al Lejano Oriente y estaba muy emocionado. Había sido elegido para dirigir un equipo de chefs en el Pabellón Suizo de la Expo de Japón; el mayor logro de mi carrera.
Cuando llegué a mi asiento asignado en la ventana, ya había una joven sentada allí. Amablemente, me dijo que no había sido un error y que se daba cuenta de que no tenía que estar en esa plaza. A continuación, me explicó que estaba aterrada por volar y que ese sería, si no me importaba, el mejor asiento para ella en las siguientes 13 horas. Como un caballero, me senté en el asiento del medio. Sus nudillos estaban blancos de miedo mientras se aferraba al reposabrazos durante el despegue. Tres años después esa mujer se convirtió en mi esposa y llevamos casados 36 años... y sigue insistiendo en tener el asiento de la ventana.

Alfie Boe: Como cada niño, siempre di por supuesto que mi padre estaría ahí para mí eternamente. Después de su muerte me di cuenta de lo corta que es la vida. Así que el día que cambió mi vida fue el día en el que me di cuenta que mi padre ya no estaría más a mi lado.
A lo largo de la enfermedad de mi padre me dije que después de su muerte, en algún momento, me gustaría volver a verlo. Yo no entendía realmente lo que quería decir con aquello, pero no fue hasta tres meses después de su muerte que entendí el significado.

No había llorado mucho hasta entonces. Un fin de semana mi madre me pidió una taza de té. Me fui a la cocina y encendí el fuego para hervir el agua. Durante la preparación alcancé la taza de mi padre y, sin darme cuenta, y como si la mano me fuera ajena, la dejé caer y se rompió. Mi padre, pensé, estaba más cerca de lo que pensaba; yo era su hijo. A día de hoy me doy cuenta de las similitudes entre mi padre y yo. Y ahora que soy padre a la vez me doy cuenta de las similitudes de mi hija conmigo. Solo espero ser tan buen padre como el mío lo fue... y sé que, de alguna forma, él siempre está a mi lado para ayudarme a lograrlo.


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