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divendres, 18 d’octubre del 2013

El aburrimiento en ocho fáciles pasos. Karelia Vázquez. El País.

LABARIBARUSKA
Unos lo consideran un trastorno necesario; otros, la antesala de la creatividad.
En una sociedad saturada de estímulos, la comunidad académica se ha lanzado al estudio del tedio actual.
Estás o eres aburrido? Piensa bien antes de dar un diagnóstico. La respuesta a esta pregunta puede ser definitiva para tu vida social. Aunque lo habitual es que nadie se defina a sí mismo como un ser gris y aburrido, este es un juicio que emiten los otros. Los estudiosos del aburrimiento, que no son pocos como veremos, hacen notar que tiempo atrás el mundo se dividía entre lo feo y lo bonito; ahora, entre lo interesante y lo aburrido. La academia, esa industria seria y trascendente, ha puesto otra vez de moda el estudio del aburrimiento. Antes, en el siglo XVIII, lo habían hecho los filósofos y pensadores de la Ilustración; en los últimos dos años, varios psicólogos y neurólogos han vuelto sobre el asunto y han publicado libros que prometen ser la radiografía de esa condición humana, que unos expertos consideran “ligeramente molesta”; otros, “una emoción humana inevitable”, y algunos, “un recurso adaptativo de la especie humana”. Lo cierto es que para el resto de los mortales aburrirse se ha convertido en una plaga a erradicar. Ser etiquetado de “aburrido” es casi motivo de exclusión social, así que por evitarlo somos capaces de cualquier cosa. El psicólogo Rafael Santandreu, autor del libro El arte de no amargarse la vida (Oniro, 2011), me dijo en una entrevista: “Resulta increíble la cantidad de personas que temen al aburrimiento. Es una gran estupidez colectiva. Aburrirse es casi indoloro, y solo produce malestar porque nos decimos a nosotros mismos cosas del estilo: ‘¡Oh, no, estoy aburriéndome! ¡No me debería aburrir!”.
01 Una definición profesional
El doctor John Eastwood, psicólogo de la Universidad de York, en Toronto (Canadá), es un gurú confeso del asunto, sobre todo tras haber sido coautor del libro ‘The unengaged mind’, que desarrolla la teoría más reciente del aburrimiento. Su definición es bastante gráfica y cercana. A saber: “El aburrimiento es la experiencia desagradable de querer involucrarse (sin conseguirlo) en una actividad que resulte satisfactoria”. Para Eastwood, aburrirse siempre implica un fallo de la atención. “Y la atención”, dice en el libro, “es lo que usted está empleando ahora para tapar toda la plétora de estímulos que le impiden concentrarse en la lectura”.

02 ¿Es inevitable aburrirse?
Sin embargo, otros académicos creen que aburrirse es “una emoción humana inevitable”. Entre ellos, la doctora Esther Priyadharshini, de la Universidad de East Anglia (Inglaterra), sostiene que “debemos aceptarlo como algo legítimo y buscar modos de sacarle partido. Necesitamos tiempo muerto y alejarnos del bombardeo constante de estímulos que nos viene de todas partes. Poder disfrutar de tiempo vacante para reflexionar”.

03 ¿Es peligroso?
Los académicos no se ponen de acuerdo en si el aburrimiento es bueno, malo o todo lo contrario. Para Eastwood, “no es un buen sentimiento, no otorga una visión agradable de uno mismo, por lo que sentimos una especie de urgencia por superarlo, casi siempre de un modo contraproducente que lleva a la gente a asumir comportamientos autodestructivos, como la ludopatía, el alcoholismo o los trastornos alimentarios”. No olvidemos el destino trágico de grandes personajes de la literatura como Emma Bovary (Madame Bovary) o el Señor Meursault (El extranjero) que estaban, básicamente, aburridos.

04 ¿Es bueno aburrirse?
Para Peter Toohey, profesor de la Universidad de Calgary (Canadá) y autor de otro libro sobre el hartazgo, Boredom: A lively history, el aburrimiento es un mecanismo evolutivo al que no debemos renunciar. “En un sentido darwiniano”, explica en su libro, “se trata de una emoción adaptativa diseñada para prosperar, es la antesala de la creatividad”. Cuando estamos aburridos buscamos nuevas salidas, casi siempre mejores que las disponibles.

05 ¿Qué tipo de aburrido eres?
El psicólogo alemán Martin Doehlemann hace distinciones entre lo que él llama “aburrimiento situacional” y “aburrimiento existencial”. Se supone que este último no sería fruto de una circunstancia, sería algo más cercano a un modo de vida. Según explica Peter Toohey, algunas investigaciones han encontrado cierta “propensión metabólica al aburrimiento crónico” que estaría relacionada con desequilibrios en algunos neurotransmisores y un riesgo más alto de sufrir depresión, ansiedad, desórdenes de la alimentación, ludopatía, hostilidad y fracaso escolar. Pero Toohey prefiere ser cauto y no establecer una relación causa/efecto entre unos y otros. Digamos que los que se aburren comparten además estas características, sin asegurar que unas sean causas de otras. Este profesor cree que el aburrimiento simple “ocurre regularmente y no hay que darle más importancia”, mientras que el aburrimiento existencial es “un cajón de sastre que tiene mucho que ver con la depresión y un exceso de autoobservación”. Para saber qué tipo de aburrido somos (crónico o circunstancial) se creó en 1986 la Escala de Propensión al Aburrimiento (Boredom Proneness Scale, BPS), que pide que se evalúe del 1 al 7 la propensión a caer en situaciones como estas: “Siempre me parece que el tiempo pasa muy lento”, “Muchas de las cosas que hago son repetitivas y monótonas”, “Casi nunca me entusiasmo con mi trabajo” o “Entre mis amigos soy el que llevo más tiempo haciendo lo mismo”.

06 ¿Quiénes se aburren más?
Finalmente, se ha comprobado que unas personas se aburren más que otras. Según las teorías del profesor Eastwood, aquellos que persiguen una meta y aún no la han conseguido se obsesionan y se aburren con todo lo que no sea su objeto de deseo; los amantes de los deportes de riesgo se aficionan a la adrenalina y a las emociones fuertes y el resto les parece soso, “sienten que el mundo no se mueve a la velocidad que ellos necesitan”, dice textualmente el psicólogo canadiense; los que han sufrido un trauma extremo también suelen quejarse frecuentemente de aburrimiento. La teoría es que son personas que se han cerrado emocionalmente y les cuesta saber qué quieren, “sus deseos están flotando en el aire, pero no consiguen hacerlos aterrizar”, dice en el libro.

07 ¿aburrido otra vez? Relájese
Romper las reglas es un modo rápido de dejar de aburrirse, pero los expertos señalan que la novedad durará poco. “El nuevo orden de cosas será pronto prosaico y aburrido. Pasó con las vanguardias artísticas y el rock and roll; en su día los dos fueron revulsivos contra lo establecido hasta que se convirtieron en igualmente predecibles”, explica Toohey. Observa este experto una tendencia en los adultos, empeñados hoy en embarcarse en “una segunda adolescencia temeraria en la que es muy fácil quedar atrapado en un ciclo de transgresión y nuevas experiencias en la que cada una pierde su atractivo cada vez más rápido y tiene que ser sustituida por la próxima distracción. Pero el aburrimiento se engendra a sí mismo, nos aburriremos cada vez más rápido. El problema para John Eastwood es que nos hemos convertido en “receptores pasivos de estímulos”. “Estoy aburrido, entonces pondré la tele o iré al cine; pero el aburrimiento es como las arenas movedizas: cuanto más nos movemos, más rápido nos hundimos. En resumen, deje de luchar, abúrrase. No es para tanto.
 
08 Un dato

Según un informe de la New Economics Foundation, Reino Unido es la nación más aburrida de Europa. De acuerdo con una encuesta ‘online’ realizada en 2009, el británico medio soporta seis horas de aburrimiento a la semana.


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