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dissabte, 12 d’octubre del 2013

"Fíjese en lo felices que son los jardineros". Arturo Álvarez-Buylla. La Contra de La Vanguardia.

Arturo Álvarez-Buylla, premio Príncipe de Asturias de Ciencia.
Tengo 55 años. He investigado la génesis del sistema nervioso en la Universidad Rockefeller y ahora en la UUSF. Nací en México de padres españoles. El mayor problema de la política es el exceso de ego. Colaboro con el Parc de Recerca Biomédica de Barcelona y con la UPF

LA RAZÓN, COMPARTIRLA
Al doctor Álvarez-Buylla. Buen observador en la distancia del país de sus padres, le sorprende hoy España: tanto por su progreso material como por el desánimo con que lo viven sus ciudadanos. Observa que han mejorado las carreteras, los trenes y los aviones, pero no tanto los valores. Porque seguimos poniendo más entusiasmo en sostener a toda costa que tenemos toda la razón que en buscar el mejor modo de compartirla, aunque sea un poquito. Álvarez-Buylla fue el primero en lograr un trasplante de neuronas de cerebro de un embrión de ratón al de un ratón adulto. Ojalá pudiera repartir sentido común entre todas las neuronas más o menos maduras de este país.

Mi abuelo, Wenceslao Rozes, fue el traductor de El capital al español...

¿Usted habla alemán?
¡Ya me gustaría! A mí ya me cuesta escribir bien en inglés... Mi otro abuelo, el paterno, fue un pionero de la aviación civil española. Tuvo la mala suerte de que e118 de julio del 36 era el delegado interino de la República en Marruecos.

Una fecha desgraciada: ¿qué le pasó?
Resistió atrincherado en su sede, pero la guardia mora lo rodeó y fue fusilado. Y mi padre, con 16 años, logró huir in extremis. Quiso ir a luchar al frente, pero le convencieron de que fuera a Rusia a formarse como piloto de caza. Quedó segundo de su promoción. Por cierto, el primero era un catalán. No sé su nombre. Y me gustaría localizarlo.

¿Qué edad tendría su padre?
Si viviera, 92, y su amigo, el piloto catalán, tal vez dos años más. Ojalá esté vivo.

Si nos lee, nos lo dirá.
Mi padre estudió Medicina mientras combatía y se doctoró, por fin, tras la guerra.

Fue un fisiólogo notable.
Al final recaló en México, con la diáspora española. Allí investigó el sistema nervioso. Por ejemplo, cómo el organismo de un perro al que se inyecta insulina a toque de campana, tras muchas inyecciones y toques, reacciona sólo con oírla.

Como el célebre perro de Pávlov.
Yo heredé el interés de mi padre por la neurología y el sistema nervioso.

Y veo que por la ciencia.
Mi padre era más idealista que yo. Siempre me decía que servir a la ciencia es lo más noble que puede hacer un humano. Yo he comprobado que también en ciencia hay politiqueo, personalismos, maniobras, egos...

Como en la vida misma.
Desde Ramón y Cajal se creía que el sistema nervioso existía ya desde la gestación. A mí me obsesionaba cómo desde un huevo, vamos, desde casi la nada, se podía llegar a formar un sistema tan complejo.

¿Y Cajal tenía razón?
Fernando Nottebohm, con quien investigué, hizo un descubrimiento que cuestionaba esa convención. Descubrió que los canarios en el proceso de aprendizaje del canto añaden neuronas nuevas a su sistema. Era un hallazgo revolucionario, porque demostraba que en un cerebro había neuronas que no estaban allí al nacer.

¿Qué investiga usted ahora?
Sabemos que el sistema nervioso es una red que se va tejiendo con células que se generan en distintas regiones del sistema nervioso. Esas regiones son como fábricas que se especializarán en confeccionar diversos semiconductores para todo un sistema eléctrico. A ese proceso de fabricación y ubicación lo llamamos migración neuronal.

¿Y por qué es tan importante?
Porque es la clave para recomponer los, digamos, circuitos averiados del cerebro. Cuando descubramos cómo se generan y ensamblan esas células, también aprenderemos a reparar las partes averiadas de la red.

Por ejemplo.
Sabemos que hay neuronas excitatorias y otras inhibitorias, que su desequilibrio causa la epilepsia. Cada uno de esas dos tipos de neurona proviene de fabricas distintas. Si supiéramos como se integran y equilibran, podríamos de algún modo corregirlo.

Es un rompecabezas complejo.
Muchísimo. Piense que las neuronas no son meros chips y cables. Están aún más interconectadas v de forma más sofisticada, porque están bañadas en líquido, que sufre modificaciones cuando las diversas neuronas segregan diferentes sustancias en él.

Un rompecabezas dinámico, además.
Ya Ramón y Cajal se preguntaba si esa gran diversidad de neuronas de axón corto, las intraneuronas, en los humanos, explicaría nuestra especifidad como especie. Lo maravilloso es que de algún modo en ellas están la conciencia, los sentimientos, las emociones... Todo aquello que nos permite ser quienes somos. Y llegar a ser lo que seremos.

¿Tan importantes son?
Son una clave insoslayable del funcionamiento neuronal. Tenemos que descubrir cómo funcionan y qué función desempeña exactamente cada variedad. Y piense que quedan otros secretos por desvelar, como para qué sirve el líquido del bulbo raquídeo.

Veo que nos queda mucho por saber.
Hemos aprendido mucho, pero falta todavía mucho más por investigar y descubrir.

¿Algún consejo de higiene neuronal?
Ya sé que no soy original, pero el ejercicio físico mejora la higiene mental. Y no me refiero sólo a la forma física, sino, además, a la salud mental a la capacidad cognitiva.

¿Cómo la mejora?
El factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) que segregamos con la actividad física es un factor de equilibrio sináptico. Por eso, cuando ponemos a correr a los ratones, aumenta su segregación de BDNF. Y por eso nos sentimos mal al hacer ejercicio pero muy bien cuando acabamos de hacerlo.

¿Y mejora el rendimiento intelectual?

La memoria y el razonamiento. Fíjese en lo felices que son los jardineros, porque combinan ejercicio físico y mental.


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