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dimarts, 29 d’octubre del 2013

La causa que hace surgir, que conserva y que fomenta la superstición es, pues, el miedo. Frases para cambiar vidas.

Autor: Baruch Spinoza
Lo cierto es que si uno profundiza mínimamente en la cuestión, las supersticiones resultan algo extraño de comprender si uno es un descreído a tiempo completo. Por ejemplo, y ciñéndonos al ámbito del deporte: ¿Por qué algunos futbolistas quieren entrar en el campo los primeros, otros los últimos, algunos necesitan tocar el césped justo al entrar, otros besan amuletos o incluso usan la misma ropa interior durante una larga serie de partidos si su racha es victoriosa?
No es difícil enumerar más ejemplos de rituales ya sea dentro del mundo del deporte, terreno propicio para las supersticiones, o en cualquier otro ámbito de la vida común. Pero ¿por qué personas, aparentemente sanas, actúan a veces de una manera tan excéntrica? ¿Cómo funcionan realmente las supersticiones? Muchos entrenadores animan a sus pupilos para que establezcan determinados rituales, con el fin de serenar o enfocar energía en  la acción, según convenga. Eso no es superstición, sino concentración. Pero, por otro lado, si alguien piensa que tocar el balón un cierto número de veces le hará ganar el juego, ha entrado claramente en territorio supersticioso.
Los investigadores y psicólogos Lysann Damisch, Barbara Stoberock y Thomas Mussweiler, argumentan que "no solo supersticiones dan a la gente un sentido de control en situaciones caóticas, sino que también les crean mejoras de rendimiento directamente observables." En un experimento se pidió a veintiocho estudiantes universitarios que realizarán diez intentos de golpear con un putt (golpe corto) una pelota de golf. La prueba evidenció que muchos de ellos creían en la buena suerte, ya que mientras les entregaban la pelota antes de ejecutar el golpe el investigador les decía: "Aquí está tu pelota. Ahora se ha convertido en una bola de la suerte", mientras a otros se les decía: "Esta es la bola que todo el mundo ha utilizado hasta ahora", sin más. Pues bien, los resultados mostraron que los sujetos a los que les habían dado una "bola de la suerte" obtuvieron mejores resultados que aquellos otros que recibieron una "bola normal".
Posteriormente en otro experimento se pidió a sujetos con y sin sus amuletos de la suerte, que trabajaran sobre una serie de problemas. Los investigadores encontraron una vez más que los individuos a los que se les permitió mantener sus amuletos de la suerte con ellos, tuvieron una mejor actuación. En otras palabras: cuando se trata de tareas cuyo resultado depende de nuestro desempeño, creer que algún otro poder nos está ayudando realmente nos ayuda; no porque existan tales poderes externos, sino porque creemos en ellos y eso aumenta nuestra confianza.
De igual manera, la oración, en cualquier religión, puede ser eficaz y no porque en realidad invoque a un ser supremo o incluso a una ley mística, sino porque invoca a nuestra creencia en las cosas, invoca una sensación de que tenemos una especie de "as en la manga", que a su vez nos da la confianza para obtener mejores resultados. La creencia en una fuerza externa a nosotros mismos que se pueda acudir a ella en la necesidad es reconfortante. Puede ser una palanca psicológica poderosa a la que podemos recurrir para acceder a fuerzas dentro de nosotros mismos que realmente afectan a nuestra capacidad para lograr lo que queremos, incluso si nuestra creencia es incorrecta, lo cual no parece tener mucha importancia. Hay un efecto placebo positivo. Si piensas que algo te va a ayudar, ese algo puede hacer precisamente eso por ti. Hay una enorme cantidad de energía en la fe.
Y, por último, y por si alguien pensaba lo contrario, la inteligencia parece tener poco que ver con si o no nos suscribimos a las supersticiones. En el campus de la Universidad de Harvard, donde es de suponer que hay un montón de gente inteligente, los estudiantes con frecuencia se frotan las manos con los pies de la estatua de John Harvard para tener buena suerte.

"El nacimiento de la ciencia fue la muerte de la superstición." Thomas Henry Huxley (1825-1895) Zoólogo inglés.


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