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dilluns, 30 de juny del 2014

¿Elogios y favores? Sí... pero con moderación. Pilar Jericó.

A quién aprecias más, ¿a quién te valora de manera positiva o a quién te hace críticas? A simple vista muchos diríamos que a quien nos valora positivamente, sin embargo, existen elogios que nos hacen sospechar intereses ocultos. Así pues, la respuesta no es tan sencilla, ya que el elogio no solo depende de quién nos lo hace, sino también del contexto que le rodea. Por norma, todos preferimos ser elogiados a criticados pero la crítica también la valoramos… siempre que no sea contra nosotros, como ha demostrado Teresa Amabile, de la Universidad de Harvard. Amabile pidió a estudiantes universitarios que leyeran dos críticas de novelas, aparecidas en The New York Times, similares en estilo y calidad, pero diferentes en el juicio. Una era muy favorable y la otra, muy negativa. Los estudiantes consideraron a la persona que hizo la crítica desfavorable menos agradable, pero al mismo tiempo, más inteligente, competente y experta en la materia. A pesar de lo negativo de su juicio, sentían más admiración hacia ella… ¡porque no eran ellos los valorados! Por ello, la crítica no solo no es mala, sino que bien realizada la reconocemos como positiva. El problema surge cuando es contra nosotros, que pensamos que resulta poco inteligente. Y si no, pensemos en nuestra propia experiencia.
Los elogios, además, son un arma de doble filo. Solo nos sentiremos agradecidos, si los vivimos como un gesto sincero por parte de quien los transmite. Cuando una persona nos hace ver lo buenísimos que somos cayendo en el exceso, se pueden despertar nuestras alarmas y pensar que detrás de tanta felicitación, existen palabras no tan sinceras. El psicólogo norteamericano Edward Ellsworth Jones llevó a cabo diversas investigaciones para ver estos efectos. Junto con sus alumnos se apoyó en un cómplice que asumía el papel de entrevistador de diferentes personas, a quienes después les hacía saber su valoración. Las evaluaciones estaban preparadas con anterioridad y unas personas recibían una evaluación positiva, otras negativa y otras neutral. Después se procedía a hacer lo mismo pero añadiendo un matiz: el entrevistador tenía el interés de conseguir personas para una investigación y pedía la colaboración de los entrevistados. Los resultados fueron claros, las personas evaluadas preferían siempre al entrevistador que les valoraba de manera positiva, pero la simpatía hacía él se reducía significativamente en los casos en los que sabían que había un interés propio, ya que se sentían adulados de manera engañosa. Así pues, a modo de resumen podemos decir, mucho elogio + interés de fondo = se activan nuestras alarmas.
Los favores funcionan de manera similar a los elogios. De hecho, la investigación muestra que una buena manera de conseguir mejorar la relación con alguien es logrando que nos haga un favor. Nos gustan más las personas que nos hacen favores, incluso en aquellos casos en los que nos hacen el favor de manera no intencionada. Albert y Bernice Lott, de la Universidad de Rhode Island, lo demostraron en un experimento con niños pequeños. Los niños eran divididos en tres grupos y el objetivo de cada grupo era elegir caminos sobre un tablero para llegar hasta el final. El grupo que elegía el camino correcto, ganaba el juego. Los niños iban en fila cruzando un campo de minas imaginario y si el que iba el primero escogía el camino equivocado era eliminado, así que el siguiente pasaba a elegir otro camino diferente. Los resultados mostraron que los niños que lograron cruzar el tablero y llegar hasta el final, mostraron mayor afecto por sus compañeros de equipo ya que creían que habían contribuido a lograr el objetivo. Lo curioso es que esa contribución no era intencionada y a pesar de ello, tenía un impacto positivo en la forma de considerar a los demás.
Similar a los elogios, apreciamos a las personas que nos hacen favores siempre que no nos hagan sentir en deuda, porque entonces nuestra libertad queda amenazada. ¿Cuántas veces has sentido que tienes que hacer un regalo a alguien porque anteriormente te regaló algo? Y ¿cuántas veces has querido no ser invitado a una fiesta para no tener que responder después con otra invitación? Está claro, no nos gusta sentirnos condicionados.
Jack Brehm y Ann Cole trataron de comprobarlo en una investigación en la que pidieron a estudiantes que participaran en un importante estudio en el que tenían que evaluar a otra persona. Obviamente no era el fin del estudio, sino estudiar su propio comportamiento. Mientras que esperaban a que empezara el experimento junto a otra persona (cómplice de los investigadores), el cómplice salía de la sala y en unos casos volvía y se sentaba sin hacer nada más, y en otros volvía con una bebida que daba a la persona. Después de esto se pedía a las personas que ayudaran al cómplice a hacer una tarea. Lo que vieron fue que quienes no habían recibido la bebida estaban más dispuestos a ayudar que quienes la habían recibido, ya que estos últimos se sentían más “obligados” a implicarse en la tarea.
En definitiva, algo que de entrada es positivo, como un elogio o un favor, se puede convertir en un arma de doble filo si percibimos otros factores de fondo. Así pues, una vez más, para conseguir impacto en nuestras actuaciones, necesitamos ser muy sinceros con nosotros mismos y con los demás… y saber que el resto también puede captar nuestras intenciones.


Referencias
  • Amabile, T. (1983). “Brilliant but cruel: Perceptions of negative evaluators”. Journal of Experimental Social Psychology.
  • Jones, E.E. (1964). Ingratiation. New York: Appleton Century Crofts
  • Lott, B. & Lott, A. (1960). “The formation of positive attitudes toward group members”. Journal of Abnormal and Social Psychology.
  • Brehm, J. & Cole, A. (1966). “Effect of a favor which reduces freedom”. Journal of Personality and Social Psychology.



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