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dimecres, 3 de setembre del 2014

Comenzar septiembre sin perfeccionismos. Pilar Jericó.

El perfeccionismo es poco amigo de la felicidad. Buscamos el trabajo, la pareja o el viaje perfecto y, sin embargo, la realidad se encarga de “fastidiar” nuestras maravillosas expectativas. Y esto es especialmente importante ahora, en septiembre, ya que junto a diciembre, es el mes clásico para las listas de los buenos propósitos, la compra de abonos de gimnasio, la búsqueda de nuevos trabajos o de pareja. Pues bien, en todo lo que apuntemos tendremos que gestionar nuestro perfeccionismo para comenzar el otoño con buen pie. ¿Solución? Una buena alternativa nos la propone Tal Ben-Sharar, profesor de Harvard y quien se define a sí mismo como un ex perfeccionista empedernido. En su libro “La búsqueda de la felicidad” sugiere convertirnos en “optimalistas”, un palabro un tanto extraño que recoge una esencia muy interesante: Más que buscar que las cosas sean perfectas, busquemos una vida óptima con nuestros recursos y limitaciones y con la propia realidad.
¿Cómo haríamos una lista “optimalista” de nuestros deseos para comienzo del año “escolar”? Veamos algunas claves propuestas por Ben-Sharar, aplicadas a nuestro septiembre (y a nuestra vida en general):

Ponte objetivos que te ilusionen
Algunas personas para evitar frustrarse rebajan sus expectativas al máximo, que es una manera de ponerse listones medios para no sufrir. “Para qué voy a buscar otro trabajo si todos son malos”, “No me planteo ni tan siquiera ir al gimnasio, porque, total, lo voy a dejar”, “O más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Pero este remedio se convierte en un problema, porque más que aceptar la realidad lo que hacemos es resignarnos a ella y damos la bienvenida a la frustración.
La resignación es la enemiga del entusiasmo y por tanto, de la felicidad, que es lo que todos anhelamos. Por ello, dibuja objetivos que te hagan vibrar. No seas tacaño contigo mismo… La vida ya nos “ayudará” a ajustarnos.

Disfruta del camino y no solo con la meta
El perfeccionista se caracteriza por disfrutar solo y exclusivamente de la meta que consigue. Si me he propuesto perder esos kilos que he ganado con las tapitas del verano, no contemplo ninguna satisfacción en el deporte que necesito hacer. Sin embargo, las metas del “optimalista” son igual de ambiciosas, pero incluye también las del propio proceso. Es posible que esa actitud del perfeccionista sea porque su mentalidad es de todo o nada: O pierdo kilos o no vale para nada. No hay zonas grises… Fíjate qué cantidad de cosas perdemos por el camino. Así pues, plantéate el objetivo y el proceso como un reto en sí mismo.

Acepta los contratiempos… Son parte del juego
Uno de los motivos de frustración más importante es no aceptar la realidad tal y como es. Creemos que las cosas son como aparecen en las películas de Hollywood que suelen terminar con final feliz, pero que obvian la cotidianidad del día después (momento “desorden en la habitación”, esa segunda presentación al cliente que no sale bien…). La vida está llena de contrariedades pero la actitud perfeccionista entra en cortocircuito con ella. Es entonces, cuando surge la rabia, la tremenda autocrítica porque uno piensa que ha fallado algo en su planificación. En el fondo es porque tenemos un concepto platónico de las cosas. Creemos que hay un ideal, algo que podemos alcanzar con esfuerzo y dureza… Pero me temo que aquí nos topamos con un “fallo del sistema”. Tenemos que aceptar que aunque seamos muy, muy felices en septiembre, habrá momentos tristes o contratiempos que no nos esperemos. Pero ahí reside la magia del entusiasmo: no consiste en que todo sea de color de rosa, sino en saber renacer cuando nos topamos con un obstáculo. Por ello, no te rindas fácilmente.
“La idea de que se puede disfrutar de un éxito ilimitado o vivir sin dolor emocional ni fracaso puede convertirse en un ideal inspirador, pero no es un principio sobre la base del cual se pueda vivir la vida, ya que, a la larga, producirá insatisfacción e infelicidad”. Tal Ben-Sharar, profesor de Harvard

Incluye también los aprendizajes en tu listado (y no solo los éxitos)
Y llegamos al ogro más temido para los que tenemos actitudes perfeccionistas: el fracaso. Pues sí: aceptémoslo. Puede que algunas de las cosas que nos plantearemos en nuestros buenos deseos de septiembre no lo lograremos tal cual lo imaginamos a priori. El problema del escozor del fracaso es que no lo aprovechamos como aprendizaje. Lo negamos, lo escondemos, culpamos a otros, pero no asumimos la responsabilidad de los que nos ocurre (hablaremos sobre ello con más detalle en otro artículo). Por ello, si pasado un tiempo revisamos los objetivos que hemos definido, incluyamos también los aprendizajes ganados. “No me he quitado los kilos, pero he conocido otras personas”. “No he conseguido ese trabajo, pero me he dado cuenta donde me equivoco cuando hago entrevistas”. Además, quién sabe dónde está la buena suerte…



En definitiva, septiembre es un mes idóneo para emprender nuevos proyectos con entusiasmo. Ahora bien, es recomendable sustituir la actitud perfeccionista por la “optimalista”, para disfrutar del camino, aprender de nuestros errores y aceptar los contratiempos que puedan surgirnos. En otras palabras, para ser más felices.


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