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dimarts, 25 de novembre del 2014

COMUNICARSE - "DEJAME RESPIRAR". Ferran Ramon-Cortés. Conversaciones con Max 2.

Segundo artículo de serie "cafés con Max" que escribe para la revista "Mente Sana". Web de Ferran Ramon-Cortés.
Las dos tazas de humeante café reposaban en la mesa de la sala, mientras Max recibía a su ex-alumno y amigo Mateo. Mateo pertenecía a una de las últimas promociones a las que Max había dado clase, y era por tanto uno de los más jóvenes del grupo. Se habían reencontrado en la cena que le habían organizado a su llegada de Inglaterra, y Max le sugirió compartir un café juntos tras las breves palabras que intercambiaron, en las que el viejo profesor detectó que algún conflicto llevaba dentro.
Tras saludarse y sentarse cómodamente en la sala, Max inició la conversación:
-       Mateo, te noté especialmente tenso el otro día. ¿Ocurre algo?
-     Si, Max, y no me voy a andar con rodeos para contártelo. Tengo problemas con Ana, mi pareja. De hecho me ha planteado abiertamente que hagamos una pausa en nuestra relación.
-       ¿Te ha dado algún motivo concreto?
-       No, sus explicaciones se limitan a su frase preferida...
-       ... que es...
-       Déjame respirar.
Max indagó sobre la relación que mantenían Mateo y Ana, y muy especialmente sobre la forma en que Mateo se comportaba con ella. Tras considerar que ya tenía toda la información necesaria, le dijo a Mateo.
-      Es hora de que apuremos el café, dejemos el calor del hogar, y vayamos a dar una vuelta...
Salieron al jardín, y Max condujo a Mateo hasta un cercano campo de flores. Le señaló un grupo de vistosas mariposas que iban de flor en flor, y le dijo: 
-     ¿Cómo crees que podrías conseguir que una de estas mariposas se posara en tu mano?. 
Mateo estaba desconcertado. No entendía en absoluto a qué venía todo aquello. Pero confiando en Max, le dijo: 
-       No lo se, dímelo tu.
Max le dio cuidadosas instrucciones:
-      Siéntate al lado de aquellas flores. Extiende el brazo, y abre totalmente la mano con la palma hacia arriba. Permanece inmóvil en esta posición.
A los pocos minutos, una mariposa se posó en la palma de la mano de Mateo. Cuando Max lo vio, le dijo.
-      Perfecto. Permanece unos segundos más así. Ahora... poco a poco, cierra la mano a ver qué ocurre... 
Mateo empezó a cerrar la mano muy lentamente, y a pesar del cuidado con que lo hizo, la mariposa de inmediato salió volando. 
Max dio por terminado el experimento, y sugirió a Mateo que dieran una vuelta. Le dijo: 
-    Lo que acabas de experimentar es la respuesta a tu conflicto. Ana es tu mariposa. 
Mateo no entendía nada, y Max, de entrada, no tenía la intención de explicárselo. Necesitó el ruego explícito de Mateo, tras lo cual le dijo: 
-      Una mariposa sólo se quedará en tu mano si se siente en libertad. En el momento en que perciba que intentas cazarla, desaparecerá de inmediato. Cuando empezasteis vuestra relación, tu acogiste a Ana con la mano extendida. Ella vino a ti porque quería y porque así lo había elegido. En estos últimos tiempos, has estado permanentemente encima de ella, diciéndole lo que tenía que hacer y lo que no, lo que te parecía bien y lo que te parecía mal. Has estado decidiendo por ella y forzándola a dar pasos que no está preparada para dar... has cerrado la mano. Y la mariposa ha emprendido el vuelo. 
Mateo escuchaba con atención a Max, y se daba cuenta del profundo sentido de sus palabras. Max estaba en lo cierto. Estaba coartando la libertad de Ana, y quería desesperadamente y en todo momento que se aviniera a sus planes. Se hizo un larguísimo silencio que Max cuidó muy mucho de no interrumpir. Sabía que su amigo estaba dando sentido a sus reflexiones, que terminaron cuando le preguntó: 
-       Max, ¿volverá la mariposa a posarse en mi mano?
-    Depende. Lo hará si siente que lo hace porque ella lo elige, y si siente que mantiene su libertad.
-       Me costará mantener la mano abierta. Porque yo la quiero conmigo...
-     Lo comprendo, pero es tu única oportunidad. La tendrás más cerca cuanto menos presionada se sienta. Cuando perciba que tu mano está y estará siempre abierta... 
El sol se escondía, y la temperatura empezó a descender bruscamente. Volvieron a casa y se prepararon un reconfortante segundo café. Tras una calurosa charla, Mateo se despidió de Max para volver a su casa. 
Max no tuvo más noticias de él, hasta que un día recibió, por correo electrónico, una foto. En ella, una preciosa mariposa estaba posada sobre la extendida mano de Pedro.




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