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dijous, 20 de novembre del 2014

COMUNICARSE - "NO CAMBIARÁS NUNCA". Ferran Ramon-Cortés. Conversaciones con Max 1.

Ferran Inicia con este artículo la publicación en su web de la serie "cafés con Max" que escribe para la revista "Mente Sana". Web de Ferran Ramon-Cortés.
Max iniciaba una nueva etapa en su vida. Su trabajo como profesor en la Universidad quedaba definitivamente atrás. La experiencia en Inglaterra había sido estimulante, pero en el fondo añoraba su mundo, sus amigos, y su tranquila vida en su pequeño refugio en la montaña. Ansiaba volver a dar sus largos paseos por el bosque, disfrutar del calor de la chimenea, y sobretodo, ansiaba compartir las largas charlas de antaño con sus amigos. Había renunciado a su actividad docente, pero aunque él no fuese consciente, todavía le quedaba mucho por enseñar a todos aquellos que buscaban su ayuda y su sabiduría.
En la pequeña cocina de su refugio, se disponía a preparar café. Esperaba a Andrea, una amiga a la que había invitado nada más llegar de vuelta a su hogar.
-¿Te apetece compartir el primer café con tu viejo profesor? –le dijo al llamarla. Y ella no lo dudó. Quedaron para aquel mismo sábado, a las diez de la mañana.
Andrea, puntual como siempre, llamó a la puerta. Se saludaron efusivamente, y se instalaron a charlar, café en mano, en la sala. El otoño estaba cerca, y el día no invitaba a estar fuera. Hablaron un buen rato, y Andrea puso a Max al corriente de su vida. Cuando éste le preguntó por Carlos, su pareja, ella le habló de sus desavenencias, y le dijo:
- Max, lo que más me preocupa es que no cambiará nunca…
 Max, sin pensarlo dos veces le contestó:
 - Y supongo que eso mismo es lo que le dices, ¿no?
Andrea reflexionó unos instantes, tras los cuales le dijo:
-  La verdad es que si, pero es que lo creo profundamente.
Max se sirvió una nueva taza e café. Lentamente se sentó, y le dijo: 
- Andrea, Carlos cambiará. Todos lo hacemos. Y lo hacemos cada día de nuestra vida. De hecho, cada noche cuando volvemos a casa somos personas distintas a las que éramos al salir por la mañana, porque nuestras experiencias nos han cambiado.
- No te lo cuestiono, Max, pero lo cierto es que yo no veo ningún cambio en Carlos…
- Quizás sea porque después de todo este tiempo, tu ya no ves a Carlos, sino a la idea fija que tienes de él.
- ¿Qué quieres decir exactamente?
- Que tienes una idea mental de Carlos, fabricada a base de las experiencias que has vivido con él, y en estos momentos, esta idea es la que prevalece cuando piensas en él, y de alguna manera, la que te impide verlo como de verdad es en cada instante.
Andrea se quedó pensativa. Reconocía que había una parte de realidad en el discurso de Max. Entretanto, éste continuó hablando:
- Carlos intenta cambiar, y muchas veces estos pequeños cambios te pasan desapercibidos. Al mismo tiempo, tus mensajes de “no cambiarás nunca” lo desalientan, y le hacen desandar el camino andado en su intento de cambio.
- ¿Y qué tengo que hacer?
- De entrada, mirarlo con ojos nuevos cada día. No juzgarlo por las experiencias pasadas, sino verlo como si lo vieras por primera vez en cada momento. Si lo juzgas por la “etiqueta” que le pusiste en su día, lo que en realidad estas haciendo es renunciar a tu capacidad de percepción, y jamás podrás captar sus señales de cambio.
Andrea escuchaba con absoluta atención, cosa que alentaba a Max a continuar:
- Y lo que es peor: si no lo percibes, el cambio no acabará nunca de ocurrir.
Andrea le daba la razón a Max con un leve gesto afirmativo. Absorbía aquellas enseñanzas, que eran de vital importancia para ella. Max concluyó diciéndole:
- Andrea, mira a Carlos con una nueva visión. Descubre cada indicio de cambio que te manifieste y dale mensajes que refuercen cada cambio que observes. Comunícale que lo percibes, y que te gusta. Así reforzarás su actitud y harás posible que él de verdad cambie.
Max lo dejó en aquel punto. El resto del encuentro lo pasaron hablando de su experiencia en Inglaterra, y de sus nuevos planes de vida.
A mediodía, Max despidió a Andrea. Se sentía lleno de energía. Estaba convencido de que aquel estaba llamado a ser el primero de una larga lista de cafés que iba a compartir con muchas de las personas a las que quería.
Todavía recordaba cómo había surgido todo: el encuentro con Carlos en el Aeropuerto a su llegada desde Inglaterra. La conversación que tuvieron mientras Max esperaba sus maletas, y sus palabras al preguntarle por Andrea: “hoy he tenido que oírme, por enésima vez, las temidas palabras: no cambiarás nunca…”.




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