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dissabte, 8 de novembre del 2014

"La vida no tiene solución... porque no es un problema". Alexandre Jollien. La Contra de La Vanguardia.

Alexandre Jollien, filósofo
Tengo 37 años. Nací y vivo en Suiza. Escribo libros e imparto conferencias sobre filosofía. Estoy casado con Corinne y tenemos tres hijos, Victorine (7), Augustin (6) y Celeste (1). ¿Política? Compromiso con los débiles, solidaridad. Creo en un Dios. . . del que nada sé.

Ser hombre
Jollien es de las personas que más me han impresionado. Lo conocí hace diez años y me deslumbró la agudeza con que cincela el arte de vivir, al modo en que los primeros filósofos griegos mostraban cómo vivir. Se me acerca caminando a trompicones, y parece que se va a caer a cada paso. No intento ayudarlo: él me enseñó que hacer sentir al otro que te apena es humillarlo. Le estrecho la mano y le escucho como a un oráculo: alguien que ha sufrido y ha reflexionado tanto es garantía de sabiduría. Me lo reafirma la lectura de El oficio de ser hombre y El filósofo desnudo (Octaedro), sus dos últimas obras. Se fotografía con dos de sus hijos en la sede de la Fundació Catalana Síndrome de Down.

Qué le diagnosticaron?
Atetosis.

¿Qué es eso?
Discapacidad neuromotora: dificultades en la coordinación de movimientos.

¿Desde cuándo?
De nacimiento, por hipoxia (falta de oxígeno) en el cerebro, por estrangulamiento con el cordón umbilical.

¿Qué recuerda de su niñez?
La lucha contra mis dificultades físicas.

¿Quién diría que lo ayudó más?
Un amigo cura me animó a buscar la verdad, guiándome en mis lecturas filosóficas.

¿Y qué filósofo lo iluminó más?
Sócrates, cuando dice: "Antes que intentar vivir mejor, intenta mejorar".

¿En qué consiste mejorar?
En llegar a ser como un niño: sin máscaras.

¿De dónde extrae su fuerza?
De mi debilidad: la fragilidad es fortaleza.

¿Cuál es ahora su fragilidad?
Ser padre. Miro a otros padres... y querría tener esos cuerpos fuertes, sanos, válidos.

¿Envidia? ¿Celos? ¿Admiración?
Un poco de todo. Lucho contra ello: quiero aceptar mi cuerpo y vivir como un hombre.

¿Progresa? ¿Cómo lo lleva?
Siempre he oído: "No eres como los otros"; es verdad... ¡pero sin exagerar! Ahora debo no exagerar al idealizar el cuerpo de otros.

¿Cómo se aprende eso?
Converso con amigos cuyos cuerpos querría, y juntos entendemos que un cuerpo de hombre es como otro cuerpo de hombre, con sus dones, sus dificultades... y su final.

Sí, todos los cuerpos, al final... ¡al hoyo!
Por eso aprendo de un amigo sepulturero.

¿En serio?
He convivido una semana con él en sus pompas fúnebres. Le pregunté por qué no se ponía guantes para tocar cadáveres, y me dijo: "Esta señora hace dos horas abrazaba a sus nietos y la besaban: ¿por qué voy a ponerme yo guantes para tocarla?".

¿Qué aprendió allí?
Parecería el peor oficio posible... ¡pero insufla confianza en la vida! El cuerpo es sagrado, pero somos algo más... que no sé definir.

Si pudiese elegir un cuerpo para volver a nacer con él, ¿cuál elegiría?
No hay una vida que yo desee en su totalidad. Y de haber tenido un cuerpo válido... yo no hubiese vivido todo lo que he vivido.

Todo es para algo, todo va encajando...
La vida no tiene solución... porque quizá no es un problema. El reto es confiar en la vida.

¿Qué es lo mejor y lo peor de sus días?
Me despierto y me desanimo: sé que todo me costará un gran esfuerzo y no me apetece levantarme. Y medito media horita...

¿En qué consiste esa meditación?
Observo cómo los pensamientos tristes aparecen, vienen y se van. Luego trabajo. Por la tarde quedo con amigos. Y luego estoy con mi familia.

¿Cómo es la relación con su mujer?
No es una pasión de serial romántico: nos amamos tal como somos, sin interpretar personajes que no somos.

¿Qué la enamoró de usted?
Mi ligereza y mi alegría.

¿Qué es ligereza?
Lo contrario de pretencioso, de pomposo.

¿Qué es alegría?
Adhesión total a la existencia.

¿Y qué es la felicidad?
La conjunción de alegría y desapego. ¡Y aquí fallo yo!

¿Por qué?
Porque me cuesta el desapego: en cuanto alguien es amable conmigo... ¡paf, me apego! Debería saber ser más fluido y sereno.

¿Cómo puedo aprender la alegría?
¡Está en ti! Búscala en tu fondo, bajo tus máscaras... Tú fíjate en cómo un niño la expresa, de modo espontáneo y simple.

¿Qué les enseña usted a sus hijos?
Que los amo incondicionalmente: "Aunque quemes la casa, ¡te amaré igual!", les digo.

Vigile...
"¡Pero procura que no suceda!", añado, ja, ja... Y les pido perdón por mis imperfecciones, debilidades y errores. Y les enseño ejercicios espirituales.

Cuénteme uno.
Cada mañana me pregunto: "¿A quién puedo ayudar hoy?". Y siempre encuentro a alguien.

Dos.
Cada mañana me pregunto: "¿De qué objeto puedo despojarme hoy?". Tengo muchos libros, y cada día regalo uno a alguien.

Tres.
Una vez por semana busco, entre mis contactos telefónicos, al que pueda estar más solo y necesitado. Y le llamo.

Cuatro.
Con mis hijos, tomamos tres libros de casa, insertamos un billete de 10 francos en cada uno y los regalamos a tres mendigos. ¡Uno se ha aficionado a Séneca: me alegró verlo!

Cinco.
Les enseño a mis hijos que "el Buda no es el Buda, por eso le llamo Buda". O sea, "Víctor no es Víctor, por eso le llamo Víctor".

Explíquemelo.
Enseña a tomar una distancia alegre, es una invitación a la libertad: ¡vive sin máscaras, sin interpretar personaje alguno!

¿Se puede vivir sin máscaras?
Los niños lo hacen. Y es genial. Ser simple, ligero, qué maravilla.

¿Cuál diría que es la máxima virtud?
La bondad.

¿Por encima de la inteligencia?
La suprema inteligencia se llama bondad.


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